Las sombras duermen cuando jugamos, las sombras se arrodillan cuando somos felices. Las sombras se revelan cuando no estamos preparados, las sombras hieren cuando te estremeces en el remordimiento, las sombras merodean cuando tus yerros te miran a los ojos, las sombras te abrazan cuando tu estomago es un enredo de huecos y tripas.
Las sombras vienen y van como la fe. Y por ahí ando yo, con más sombras que fe. Con una bolsa de espantos toditos para mí.
Espero que alguna vez me den de baja en el ejército del remordimiento crónico.
Morbosa reflexión de mis fallas (Clavarse un disparo en la cien no es la mejor manera de curarse de una jaqueca.)
Friday, September 15, 2006
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